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Música para todos: un año de aprendizaje y pasión en la Escuela de Música de Hornachuelos

12 de mayo de 2025

En un ambiente donde la música resuena como lenguaje común, la Escuela Municipal de Música de Hornachuelos se prepara para cerrar otro curso con un balance positivo. Aunque los recursos son limitados, la entrega de profesorado y alumnado ha permitido que el año transcurra con avances notables en formación y participación.

Así lo explica Ana María Santisteban, coordinadora de la escuela, quien subraya el esfuerzo colectivo realizado durante el curso. En los mismos términos se refieren también Juan Manuel Cadenas, profesor de guitarra, y José Alberto Mondéjar, profesor de viento y metal, con quienes también hemos conversado sobre la evolución del alumnado y el desarrollo general de las clases. Todos coinciden en valorar positivamente el compromiso mostrado por los estudiantes y la dinámica cercana que caracteriza a la escuela.

Con cerca de 40 personas inscritas a lo largo del curso, la escuela se ha consolidado como un espacio inclusivo, sin límite de edad, donde cualquiera con interés por la música encuentra su lugar. Las clases, adaptadas a los horarios y niveles del alumnado, ofrecen desde enseñanza instrumental hasta formación en lenguaje musical y composición. Entre las especialidades más demandadas destacan la guitarra y el piano, aunque también hay lugar para instrumentos de viento, percusión y cuerda.

En estos días, la comunidad educativa se encuentra inmersa en los preparativos de la audición final de curso, un evento que se celebrará en las próximas semanas y que supone una oportunidad para mostrar el trabajo realizado durante el año. “Prepararles para una audición requiere tiempo”, comenta Santisteban. “Enfrentarse al público no es fácil, y se trabaja durante meses para reducir el miedo escénico. Aun así, siempre les animamos: cometer errores es normal y así es como se aprende”.

La escuela ofrece dos vías formativas: una orientada a quienes desean acceder a enseñanzas profesionales —actualmente sin alumnado—, y otra más flexible, centrada en los intereses personales de cada estudiante. Esta última permite que cada persona aprenda a su ritmo, sin un límite temporal fijo. Así, la música se convierte en una herramienta de crecimiento individual, más allá del dominio técnico.

El perfil del alumnado es variado. Hay quien empieza de cero y quien busca perfeccionar habilidades ya adquiridas. “Lo que todos comparten es el entusiasmo por la música”, afirma la coordinadora. La escuela acoge a cualquiera que quiera aprender, aunque Santisteban reconoce que, en casos muy concretos, se han tenido que posponer ciertos aprendizajes: “A veces el instrumento elegido no es adecuado por cuestiones físicas, como el peso o tamaño para los más pequeños”.

Aunque algunos instrumentos están disponibles en la escuela, su uso se limita al recinto, y no hay ayudas activas para la compra de material. Esto, según explica Santisteban, puede condicionar la elección de instrumentos: “Hace unos años había ayudas y eso marcaba una diferencia. Hoy en día, no todos pueden afrontar el gasto que supone, por ejemplo, un instrumento de viento frente a una guitarra”.

Las clases se imparten de martes a viernes en horarios de mañana y tarde, según la disponibilidad del alumnado. Gracias a la baja ratio de alumnos por profesor, se favorece una enseñanza cercana y personalizada. El claustro está formado por tres docentes especializados en diferentes familias instrumentales: viento metal, guitarra y cajón, y un tercer profesor para viento madera, piano, percusión y cuerda. Todos ellos con formación y experiencia consolidada.

Una vez finalizado el curso, la relación con el alumnado no termina. Se les facilitan ejercicios para practicar durante el verano y recursos para seguir tocando. “Aquí no seguimos el itinerario del conservatorio profesional, por lo que su formación nunca termina. Aprenden lo que les gusta, a su ritmo”, puntualiza Santisteban.

Respecto al entorno, la coordinadora reconoce que Hornachuelos es un municipio con cierto arraigo musical, pero el aprendizaje formal sigue siendo un reto. “El principal obstáculo es la partitura. Muchos se asustan al verla, y eso hace que abandonen. Pero quienes logran superar esa barrera mejoran más rápido y comprenden mejor la música que interpretan”.

Entre las principales necesidades de la escuela está la de contar con un espacio propio y adaptado para la práctica musical. “Sería muy positivo tener un lugar específico para esta actividad, aunque somos conscientes de las limitaciones urbanísticas actuales”.

A modo de reflexión final, Ana María Santisteban anima a toda persona interesada a acercarse: “La escuela es un lugar especializado en enseñanzas musicales. Aquí no solo aprendes a tocar canciones, sino que desarrollas memoria, coordinación, creatividad y trabajo en equipo. La música es mucho más de lo que parece”.

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